lunes, 27 de agosto de 2012

“Con los pies en la tierra y mirando a las estrellas”


Abel Albino, el médico que conmueve a los argentinos en su lucha contra la pobreza y la desnutrición infantil. “Terminar la guerra del hombre contra el hombre y empezar la guerra del hombre contra el hambre”


Por MARCELO ORTALE



“Soy mendocino y estudié en esa maravillosa universidad que es la de Tucumán. Y porque viví en el Norte aprendí a querer a la patria. En el Norte se la quiere mucho más que en el Sur, es notable el amor de los norteños. Y de la Universidad aquella me quedó el lema latino, que es como una guía en mi vida: con los pies en la tierra y mirando las estrellas”, dice Abel Albino, inspirador y gestor de la fundación Conín (Cooperadora para la Nutrición Infantil), una entidad privada, sin recursos oficiales, dedicada en todo el país al tratamiento de la desnutrición infantil.





Albino estuvo en La Plata, donde el jueves pasado inauguró el centro “Nutrir la vida” en 73 y 152, que se convertirá en un frente de batalla contra la desnutrición infantil en la zona. El viernes ofreció una conferencia a los alumnos y padres del jardín y Colegio Crisol y del Colegio Bosque del Plata, entidades que realizan una suerte de padrinazgo informal sobre Conín, ofreciéndole donaciones y realizando festivales en su beneficio.


El método de trabajo de Conín en todo el país incluye la atención directa a los niños en riesgo y a sus hermanos, con apoyo pediátrico-nutricional, social y psicopedagógico, apoyando también a las madres mediante talleres de alfabetización, promoción de la salud e iniciación en oficios. La fundación ya cuenta con 44 centros en la Argentina y cuatro en el extranjero, en una tarea heroica y desinteresada, realizada sin apoyo estatal y estructurada sobre el trabajo de voluntarios. Tiene además dos hospitales y centros de tratamiento. ¿Cuál es el objetivo? Lo explica Albino: “terminar la guerra del hombre contra el hombre e iniciar la guerra del hombre contra el hambre”. Con los pies en la tierra y mirando a las estrellas, como su sueño.


Hijo de Abel Albino y Ester Beñacar, con dos hermanas, viudo con cinco hijas mujeres, recuerda que su padre, industrial de Mendoza, quiso que él estudiara medicina. Cuando Frondizi asume el gobierno en 1958 en Tucumán es elegido gobernador Celestino Gelsi, que convoca a su padre para que se sume al gobierno. La familia va hacia allá y él comienza a estudiar derecho. “El derecho es hermoso pero yo sentía que tenía que estudiar medicina, quería ser médico. Me llamaba la vocación de servicio hacia la gente. De chico quería ser bombero. Y bueno, fui médico nomás”.


Pero otro amor fue despertando en él. “Una vez leí esta frase del Perito Moreno: yo siento que pertenezco al grupo de personas que ha nacido para servir a la Patria. Y bueno, empecé a sentir eso, que debía servir a la patria. Al cabo de estas décadas pasadas trabajo como si me pagaran muy bien, aún cuando no cobre en realidad nada. Conín es un lujo que me sale caro. Me pagan de sobra con la respuesta solidaria de la gente que es muy buena, en todo el país”.


En una encuesta realizada recientemente por Gallup los argentinos eligieron a Juan Carr (Red Solidaria), la dirigente social Margarita Barrientos, Susana Trimarco (madre de Marita Verón) y a Albino como sus líderes actuales, como los verdaderos héroes contemporáneos del país por sobre conocidas figuras deportivas.



¿Cómo nació su vocación solidaria?



“Estaba en Europa estudiando biología molecular. Allí me preocupó ver a esos países chiquitos como una monedita, algunos de ellos potencias mundiales. Y nosotros somos un país gigantesco y estamos en la miseria. Entonces me dije, ¿qué pasó con la Argentina? ¿Qué nos pasó a nosotros? ¡Si este es un gran país, es el futuro del mundo! Curiosamente seguimos siendo el país del futuro... se nos va alejando el futuro, nunca lo alcanzamos. Bueno, estaba allá. Un día me metí en un bar medieval, me puse a leer el diario y había una entrevista a la madre Teresa de Calcuta. Al día siguiente le dije a mi jefe: doctor, me vuelvo a la Argentina. Sabe qué pasa, me doy cuenta de que estoy haciendo la especialidad del futuro, pero en realidad yo sufro por un país que no ha solucionado su pasado todavía. Sé que puedo subirme al tren del desarrollo, y salvarme yo. Pero sé que hay mucha gente que se va a quedar. Y en el fondo del corazón, soy médico nomás. Y soy médico de niños. Así que lo honorable es que me vaya”.



Y se vino...



“Y me vine. Luego tuve que volver a Europa un tiempo. Pasé por el Vaticano y lo escuché al Papa Juan Pablo II. El dijo ocúpense de los más pobres, de los más necesitados. Fue como un dardo para mi. Le pregunté a mi mujer qué decía yo cuando decía pobres... Y ella me dijo: son chicos con problemas neurológicos, con debilidad mental. Y ahí empecé en Mendoza. Organicé un congreso sobre debilidad mental. Vino el doctor chileno Fernando Monckeberg y me dijo: la única debilidad mental que se puede revertir, si se la toma a tiempo, es la generada por el hombre, es la del desnutrido. Sabe, 60 millones de niños en América latina tienen sus necesidades básicas insatisfechas. Y de entrada me dije, vamos a quebrar la desnutrición en la Argentina, comenzando por Mendoza... Ahora estamos en muchas provincias”.



¿Cuál es el índice de desnutrición en la Argentina?



“Es difícil establecer un índice en la Argentina. Es un tema como extraño para los argentinos, no tenemos estadísticas serias. Pero yo digo que la mortalidad infantil, que es del 4,8 por mil en Tierra del Fuego, llega al 20 por mil en Formosa. Digamos un índice del 15 por mil en el país. No es un mal índice. Pero Chile, que es un país mucho más pobre que nosotros, tiene un índice del 7 por mil. Es vergonzoso. Siempre digo que con Chile ocurre como el cuento de la liebre y la tortuga, cuando corren una carrera. Nosotros somos una liebre, pero sin rumbo fijo. Ellos son la tortuga que sabe adónde va. Y la tortuga llega primero”.



¿Cuál es el mayor daño que causa la desnutrición?



“Vea, el cerebro es el órgano que más rápidamente crece. ¿Sabe cuánto pesa el cerebro al nacer? Pesa seis monedas de un peso, 36 gramos. ¿Y sabe cuánto pesa el cerebro cuando el niño tiene 14 meses, que camina, que nosotros le sacamos fotos? ¿Por qué razón camina? Bueno, porque tiene cableado neurológico, camina porque tiene posibilidades neurológicas de hacerlo. ¿Y cuánto pesa su cerebro? El cerebro que pesaba 36 gramos se va a 900 gramos, casi un kilo. Es el 80 por ciento del peso del cerebro de una persona adulta. Entonces, el crecimiento gigantesco lo hace en esta etapa. Y obedece a una buena alimentación y a una buena estimulación. Se necesita el sustrato de un cerebro intacto para poder educar a una persona. Si no tenemos cerebros intactos, no podemos tener una nación. La principal riqueza de un país es su capital humano y si ese capital está dañado, el país no tiene futuro”.



Además del daño físico, del daño cerebral, la desnutrición genera otras consecuencias...



“Si, claro, genera un enorme daño moral en las personas. Un daño individual y social. Vea, el 80 por ciento de los chicos no termina la escuela primaria en América latina. El 80 por ciento de los presos en las cárceles bonaerenses no terminó la escuela primaria. Estas son secuelas evidentes de la desnutrición.



Se suele politizar el tema de la desnutrición...



“Yo digo, no tenemos que tener miedo a los diagnósticos. Yo no tengo miedo a tener un cáncer, mi temor es que no me lo diagnostiquen. Si a un problema no lo diagnosticamos, no podemos luchar para resolverlo. El fondo del asunto creo que es éste: por cada chico que logremos rescatar de las garras de la miseria y de la desnutrición, nuestro país va a vivir, nuestra región va a vivir y nuestra vida va a tener sentido”.



Pareciera difícil salir del atolladero. Hay mucha pobreza, muchas dificultades...



“¿Queremos un gran país? Hay que hacer algunas cosas: preservar el cerebro para después educarlo, poner cloacas y agua corriente. Es lo correcto, lo digno, lo honorable, en este momento en que la patria nos necesita. La patria es como una madre que está enferma y todos sus hijos tenemos que estar al lado de ella. Pero también quiero ser optimista, es el único país del tercer mundo que tiene tres premios Nobel en Medicina: Bernardo Houssay, Federico Leloir y César Milstein. A ellos los admiré siempre, al igual que a René Favaloro y a Luis Agote.



En sus conferencias usted suele hablar de San Martín...



“Lo admiro profundamente, al igual que lo hacía mi padre, que cada vez que hablaba de San Martín lloraba de emoción. Yo a los ocho años gané un concurso provincial escribiendo sobre San Martín. Admiro su austeridad, su severidad, su nobleza. Siempre pensé que es muy importante que la sociedad reconozca a sus héroes, que sean modelos para llevarnos hacia arriba, no para abajo”.



¿Cuándo terminaría para usted esta lucha?



“Cuando todos los niños de nuestro país tengan las mismas posibilidades”.

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