viernes, 5 de octubre de 2012

Los esclavos de Añatuya


En el pueblo santiageño de Añatuya, es una práctica reiterada la apropiación y el tráfico de bebés con la complicidad de autoridades estatales. Las familias pobres están en la mira de este infame negocio que sigue funcionando por la impunidad estatal. Casos emblemáticos.




Por Julio César Ruiz miembro de la Fundación Adoptar


La historia de la Yolanda y Juan.

Septiembre de 1995

Tiene 49 años, mide 1,60, pesa 34 kilos. En un solo día, la Justicia de Añatuya, Santiago del Estero, en cabeza del Defensor de Menores, Ronaldo García se apropió de tres de sus seis hijos, les modificó la identidad y los hizo desaparecer. No sabe leer ni escribir, pero confía que sus “bebés (como los llama) algún día volverán”.
La Fundación Adoptar ya identificó a uno de ellos en provincia de Buenos Aires, falta aún realizar el abordaje.

Alba Yolanda Vázquez.

Se llama Alba Yolanda Vázquez, nació y vive en Añatuya, 90 kilómetros al sureste de la capital de Santiago del Estero en Argentina, junto a los tres hijos que le quedan y a su marido, quién trabaja como jornalero, en todas las cosechas o trabajo temporario en que se puede conchabar.
Tenían seis hijos: Juan, Noemí, Facundo, Abel, José y Magalí oscilaban sus edades entre 12 años y siete meses.

Yolanda notó que Magalí, la más pequeña, había nacido con algunos problemás de salud, por lo que decidió llevarla a un médico del Hospital. Allí, con suero y comida, seguro se iba a recuperar. Yolanda sabía que su bebé tenía hambre ya que era claro que ni las mamaderas ni su teta le habían resultado suficientes. Había crecido y nacido hace tan sólo siete meses de un útero comprometido, por la realidad de un embarazo sin control, como lo viven las mujeres pobres de su pequeña ciudad.

Mientras se alojaba en el hospital con su nena, dejó en la casa a Juan, su hijo de 12 años, cuidando a sus hermanitos Noemí, Facundo, Abel y José, de tan sólo 18meses, hasta el mediodía que llegaría su papá. Juan, comprendía la situación de pobreza por la que atravesaba su familia por lo que yendo a la escuela y cuidando a sus hermanos, sabía que era su forma de ayudar.
En el hospital, el médico le propuso a Yolanda que su beba debía quedar internada por unas horas en observación y que, probablemente, ese mismo día se iría a casa. Mientras la consulta transcurría, Yolanda ni imaginaba lo que comenzaba a ocurrir en su vivienda, construida por las manos de ella y su marido, a la sombra de un lapacho y asistidos por mate amargo y tortillas al rescoldo, servidos por Juan.

Imprevistamente, en la calle, al frente de su casa frenó un patrullero. Luego que se apaciguó el viento y el tierral de la frenada, se comenzó a dibujar la figura de tres personas. Eran el Defensor de Menores del Juzgado de Añatuya, Ronaldo García, junto a dos mujeres policías. Sin pedir permiso, aparecieron en la puerta de la habitación, donde Juan, daba la mamadera a José, el más chiquito de sus hermanos, los otros tres jugaban en la única habitación de la casilla.
El funcionario, sin mediar palabras y cruzándose por entre las camas de la habitación, le ordenó a los gritos a las dos mujeres policías, que cada una tome en sus brazos a los más pequeños (Abel y José) mientras él con su rodilla, sujetaba contra el colchón de una cama a Juan, Noemí y Facundo.

Juan comenzó a llorar, empujar y patear sin entender qué ocurría ni que, lo que estaba viviendo en ese momento, lo iba a signar para toda su vida. Logró asestar una patada en los testículos del magistrado y, cuando se sintió con los brazos
en libertad, saltó sobre las espaldas de una de las mujeres policías, que corrían hacia la puerta de la habitación con Abel, de tan sólo un año y medio de edad, y José.

El funcionario, sujetando a Noemí y Facundo, le dio la orden a las policías, que no salgan a la calle con los niños llorando. Los vecinos, alarmados por el quiebre del silencio de la cuadra, observaban con curiosidad, detrás de los visillos, intentando descifrar qué estaba pasando en la casa de la Yolanda. Inesperadamente, el Defensor de Menores extrajo de su bolsillo varios chocolatines, que ofreció a los pequeños, quienes en medio de sollozos estiraron sus manos para llevar a sus bocas un alimento que quizá nunca habían probado.

Tampoco no pudieron resistir las ganas de probar a Noemí y Facundo, quienes habían prometido no escapar. Juan fue el único que resistió la tentación de aceptar la golosina y también de ponerse a llorar. Las dos policías subieron a Abel y José, al auto, mientras ellos saboreaban aún su golosina.
Juan agotado, corrió al patrullero por media cuadra, hasta que del cansancio se le doblaron las piernas y arrodillado calló en medio de la calle, mirando entre sus dedos como el auto, envuelto en tierra, daba vuelta en la esquina, desapareciendo con sus hermanos.
Corriendo pidió a sus hermanitos que entren a la casa y lo esperan, que ya volvía. Agitado y sin parar, llegó al hospital para contarle a su mamá lo que le había ocurrido. Presurosa Yolanda, le pidió a una enfermera del hospital que cuidara por un momento a Magalí, diciéndoles que ya volvía, que debía llegarse hasta la defensoría. En su cabeza, mientras corría de la mano de Juan, estaba segura que había sido todo producto de un error.

García nunca la quiso atender, pero le hizo decir con su secretaria que los niños estaban en el convento con las monjas. Con las pocas fuerzas que le quedaban, Yolanda y Juan, llegaron al lugar. Tampoco nadie la quiso escuchar, tan sólo el portero le dijo que había escuchado que los niños habían sido dados en adopción a familias que no podían tener hijos.

Cansada y con su debilidad a cuestas, como pudo, volvió al hospital. Mientras transitaba por los pasillos, pensaba en sus otros hijos, que habían quedado solos y sin Juan. Sabía que Magalí estaba mejor y que esa noche tenía que estar en su casa, por que iba a ser dura y llena de dolor. Sin pensar más, se acercó a la mesita de al lado de la cama del moisés de Magalí, puso en un bolso la ropita, los remedios, el talco y la mamadera. Rápidamente fue al encuentro de la enfermera a la cual le había pedido que cuide a su nena por un momento. Cuando la vieron llegar por el pasillo, alguien de la administración le dijo que la pequeña acababa de fallecer.
Había sido mucho para un solo día. La desesperación, se juntó con la angustia y su ignorancia primó por sobre cualquier reflexión. Cayó, como les pasa a los padres de la zona en estos casos…no se le ocurrió pedir que le muestren el cadáver de la bebé.

García ya retirado y ante presiones de Fundación Adoptar en el año 2006, fue citado a declarar por el Juzgado del Crimen de Añatuya. En su defensa dijo que la situación de los niños era inhumana y que, por ello y por orden de la Jueza de Familia de la capital de la provincia, María Eugenia Castro de Pizzolitto, hizo el allanamiento en la casa de Yolanda y envió a su juzgado los niños (Abel y José) para ser dados en adopción. Preguntado sobre qué ocurrió con la nena de nombre Magalí que estaba internada en el hospital, dijo que murió.

Es importante aclarar, que la Dra. Castro de Pizzolitto, repito, Jueza de Familia de los Tribunales de la Capital de Santiago, terminó sus días como magistrada por expulsión luego de un juicio político por denuncias sobre entrega de niños por adopciones irregulares.
Fundación Adoptar encontró a José, uno de los tres hijos sustraídos, ¿recuerdan? Aquel pequeñito que lo subieron al patrullero comiendo chocolatín. Tiene la identidad modificada, sin ningún tipo de tramitación judicial. Ahora, ya no es más José Vázquez, clase 1995, DNI 39.794.254, sino Agustín Martínez clase 1995 con idéntico número de documento de identidad, es estudiante y vive en la provincia de Buenos Aires.

Sinopsis

Es importante hacer algunas aclaraciones:

1) Existe en el Juzgado Criminal de Añatuya, una denuncia penal sobre la búsqueda de sus hijos sustraídos, cuyo número de expediente es 232/06, información ésta que no hemos podido compartir con esa autoridad por cuanto, probablemente, los alertaríamos sobre lo que tienen que volver a modificar.

2) Los niños sustraídos desconocen completamente su verdadera identidad de origen, ya que fueron entregados sin ningún tipo de trámite ni constancia judicial.

3) Uno de los 6 métodos de sustracción de recién nacidos que se utiliza especialmente en Añatuya, es inventar una denuncia anónima, recurso que utilizó el magistrado que hemos nombrado para justificar el secuestro, la apropiación y el cambio de identidad de los niños víctimas.

4) Con la connivencia de las autoridades del Departamento Taboada, con su cabecera en Añatuya, Santiago del Estero, desaparecen un promedio de 12 bebés por semana, una de las tres fábricas de recién nacidos de nuestro país.

5) En la Argentina, se ha manipulado desde el poder la instalación de los tres casos emblemáticos que subsumen los Derechos Humanos. Fuera de los desaparecidos en la dictadura genocida, los nietos y algún caso aislado de trata, están fuera de la agenda oficial los niños robados, traficados, las miles de mujeres secuestradas para la trata y explotación sexual y los cientos de miles de pobres esclavizados.


Fuente: Agenda Oculta

1 comentario:

Clari dijo...

la historia es muy fuerte y por mala suerte pasan un montón de estas cosas en muchas familias que viven en los apartamentos buenos aires y en el resto del país.