Durante la Reunión Anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, la presidenta argentina, Cristina Kirchner, anunció que su Gobierno flexibizará su hasta ahora rígida e irreductible posición hacia Irán, país al que acusa de haber perpetrado el peor ataque terrorista en suelo argentino hace ya más de 18 años y que tuvo como blanco la sede de las asociaciones judeo-sionistas AMIA y DAIA en pleno centro de Buenos Aires. Inmediatamente, el ministro de Relaciones Exteriores argentino, Héctor Timerman, se reunió con su par iraní, Ali Akbar Salehi, con el propósito declarado de “alcanzar la verdad”.
Verdades Peligrosas
Las críticas sionistas no se hicieron esperar. Desde la estadounidense Roberta Jackson del Departamento de Estado, quien declaró que “las relaciones con Irán nunca son benignas”; pasando por la de los presidentes de la DAIA (Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas), Aldo Donzis, y de la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), Guillermo Bolger, quiénes dijeron que la propuesta de diálogo iraní “es una burla que ofende a la justicia argentina” dado que “Irán no es confiable”; hasta la del Gobierno israelí que condenó la reunión de cancilleres aún antes de que se produjera.
La realidad es que el caso de la poderosa bomba que destruyó la sede de AMIA el 18 de julio de 1994 causando 86 muertos y más de 200 heridos, hoy, luego de 18 años, sigue sin resolverse, los responsables del atentado jamás fueron identificados y sus víctimas no han tenido justicia.
El Ataque
Desde el mismo día del atentado, el 'Caso AMIA' sufrió las más descaradas y flagrantes interferencias de los Gobiernos de Estados Unidos e Israel. El entonces presidente argentino, Carlos Menem, –quien se ufanaba de haber logrado que Argentina mantuviera “relaciones carnales” con EE.UU.- permitió que agencias de inteligencia norteamericanas e israelíes, notablemente el FBI y el Mossad, tuvieran acceso irrestricto y participación fundamental en las investigaciones del hecho.
Fue precisamente un oficial de inteligencia militar israelí quien halló entre los escombros del 'ground zero' de la AMIA un pequeño trozo de metal que resultó pertenecer al motor de una 'van' Trafic que, “por suerte” (para los israelíes), contenía el número de fabricación de ese vehículo. Ello permitió armar la teoría de un supuesto “coche-bomba” por más que ese vehículo jamás fue hallado ni tampoco existen testigos que declaren haberlo visto.
La investigación del 'Caso AMIA' pasó por siete juzgados federales y está plagada de mentiras, corrupción y encubrimientos. Tras erráticas marchas y contramarchas, hoy el Gobierno Kirchner acusa formalmente a la República Islámica de Irán de ser culpable del ataque.
Obviamente, existe enorme interés por parte de EE.UU. e Israel de que esta acusación prospere, pues le aportaría más “evidencias” que sirvan de excusa para lanzar su reiteradamente anunciado ataque militar unilateral contra Irán. En momentos en que EE.UU. e Israel atraviesan una creciente crisis de credibilidad en sus amenazas contra Irán por su plan nuclear, una “prueba de culpa” iraní en el atentado a la AMIA les vendría como anillo al dedo.
Indaguemos, sin embargo, un poco más a fondo evaluando dos posibles “escenarios”:
Escenario 1.- Una supuesta 'Pista Iraní'
En el 'Caso AMIA' ha habido todo tipo de manoseo en las máximas instancias judiciales y diplomáticas. Uno condujo a la destitución y posterior juicio político a un juez en la causa, Jorge Galeano, por haber autorizado el pago de un soborno por 400.000 dólares a un detenido por tráfico de vehículos robados de nombre Carlos Telleldín, para que prestara falso testimonio que sustentara una ficticia “pista sirio-iraní”.
Los fondos para ese soborno los proveyó Rubén Beraja, a la sazón presidente de la DAIA y dueño del Banco Mayo, cuya posterior quiebra fraudulenta lo llevó a pasar varios años en la cárcel. Pero en aquellos años 90, Beraja era una prestigiosa figura en círculos sionistas internacionales llegando a integrar en 1996 la Comisión de Personas Notables elegidas y presididas por Paul Volcker, ex gobernador del Banco de la Reserva Federal de EE.UU., para investigar cuentas inactivas de víctimas judías en bancos suizos, operativo que obligó a la banca suiza a aportar 1.250 millones de dólares a las arcas de las organizaciones sionistas mundiales.
Un importante hito se produjo el 21 de septiembre de 2006, cuando el presidente Néstor Kirchner, acompañado de su canciller Jorge Taiana y la primera dama y entonces senadora Cristina Kirchner participaron de una reunión secreta en el Hotel Waldorf-Astoria de Nueva York con ocho de las más importantes organizaciones sionistas pro-Israelíes: el Congreso Judío Norteamericano, el Congreso Mundial Judío, la logia B’nai B’rith y la ADL entre otras.
Se desconoce a ciencia cierta qué discutieron, pero menos de un mes después Kirchner despachó al fiscal especial Alberto Nisman a los EE.UU. para reunirse con la CIA y el Mossad israelí.
A su regreso, Nisman -sionista militante- lanzó una acusación formal contra el ex-presidente iraní Ali Rafsanjani y siete miembros de su gabinete, incluyendo a Ahmad Vahidi, luego ministro de Defensa del presidente Mahmoud Ahmadinejad. Se los sindicaba de haber financiado y planificado el ataque a la AMIA a través de Hezbolá.
Esta noticia fue primera plana en los diarios argentinos e inspiró al rabino Israel Singer, director político del Congreso Mundial Judío, a “felicitar al Gobierno argentino”, por formalizar “la denuncia contra Irán”, pues con ello se “confirmó el compromiso asumido por el presidente Kirchner en aquella reunión”.
Estas acusaciones argentinas se basaron exclusivamente en “inteligencia” proporcionada por la CIA y el Mossad, que insisten en la teoría de la 'van' Trafic como coche-bomba que hizo explotar la AMIA.
Las presiones sobre la justicia argentina han sido tales que se llegó a sostener el absurdo de que jamás se hallaron otros restos del elusivo coche-bomba porque “la violencia de la explosión lo enterró debajo de la entrada a la AMIA”. El Dr. Juan Gabriel Labaké, abogado defensor del único imputado local en la Causa AMIA, solicitó a la justicia que ordenara excavar la entrada de la AMIA para hallar de una vez por todas los restos del “coche-bomba”, mas el juzgado reiteradamente no lo permitió…
Pero si los iraníes y los sirios en connivencia con Hezbolá y Hamás no fueron autores del atentado, entonces, ¿quiénes fueron los responsables del mismo?
Escenario 2.- Ajuste de cuentas: ¿Una Pista Israelí?
El 'Caso AMIA' cobra nueva dimensión cuando se interpreta dentro del marco de lo que ocurría en Israel en aquellos años 90. En 1991, había comenzado la Conferencia de Paz de Madrid que buscaba resolver el conflicto palestino-israelí, que avanzó rápidamente tras la victoria electoral en junio de 1992 del general Isaac Rabin, convertido en primer ministro.
Rabin buscaba llegar a un acuerdo con los palestinos, lo que requería detener y desmantelar gran parte de los asentamientos ilegales del movimiento de colonos armados ultraderechistas del fundamentalismo sionista. Éstos sostienen que ceder un centímetro de la "sagrada tierra de Israel" es traición.
Sin embargo, Rabin siguió adelante con el proceso de paz. En septiembre 1993 se produjo el famoso apretón de manos entre Rabín y Yasser Arafat bajo la mirada atenta de Bill Clinton en el jardín de la Casa Blanca. Poco tiempo después, Rabin llega a un principio de acuerdo con Siria sobre la devolución de los Altos del Golán y también con Jordania.
A principios de julio de 1994, Rabin permite que Arafat regrese a Palestina tras 27 años de exilio. Los colonos sionistas estaban locos de furia; literalmente pues ya en febrero de ese año, un sionista militante neoyorquino perteneciente al grupo Kach, de nombre Baruch Goldstein, irrumpió en una mezquita en Hebrón abriendo fuego con su ametralladora asesinando a más de 40 musulmanes mientras oraban. Nadie se explica cómo pudo Goldstein, portando una ametralladora, atravesar la fuerte seguridad israelí… Goldstein resultó muerto por los palestinos luego del ataque, pero luego su tumba se convirtió en lugar de peregrinaje para el movimiento de colonos.
Dentro del marco de esta secuencia cronológica se produce el 18 de julio de 1994 la voladura de la AMIA, precisamente en un punto sumamente crítico de la lucha intestina intra-sionista y dentro del propio Israel.
Por entonces, la conducción de la AMIA apoyaba el proceso de paz de Rabin, por lo que este atentado bien pudo haber sido un “disparo de advertencia” de la extrema derecha sionista contra Rabin para que cesara en sus esfuerzos de lograr la “paz por territorio” con los palestinos.
Pero parece que Rabin “no entendió el mensaje”, y así se llega al clímax de este oscuro proceso el 4 de noviembre de 1995 –poco más de un año después del ataque a la AMIA– cuando el primer ministro Isaac Rabin es asesinado al “estilo John Kennedy” en la vía pública en Tel-Aviv, ya no por un fundamentalista islámico o por algún neonazi, sino por Ygal Amir, joven estudiante ultraderechista miembro del movimiento de colonos sionistas en Israel, y relacionado con el servicio de seguridad interior Shin Beth, organización que estaba siendo reorganizada por Rabin.
Muerto Isaac Rabin, lo sucede Shimon Peres en un breve interregno de siete meses hasta que en las elecciones de 1996, Benjamín Netanyahu es elegido primer ministro y los laboristas son mayormente barridos del escenario político israelí. Desde entonces, a través de Ehud Barack, Ariel Sharon, Ehud Olmert, y hoy nuevamente Netanyahu, el sionismo militante monopoliza el poder en Israel.
Ahora, en vísperas de la anunciada guerra de EE.UU., Israel y el Reino Unido contra Irán, pareciera que Cristina Kirchner -sea por prudencia o por pánico- se quiere “sentar a conversar con Irán”.
¿En qué consistirán esas conversaciones?
En poco, seguramente, ya que la grosera posición argentina es insostenible.
¿Qué harán las organizaciones sionistas que detentan poder determinante en la Argentina?
¿Qué harán 'las embajadas' (de EE.UU. e Israel, se entiende) para presionar?
Todas son preguntas en un tablero de ajedrez mundial crecientemente complejo que, conociendo la recurrente falta de idoneidad, planeamiento y consistencia con que Argentina viene manejando el 'Caso AMIA' desde 1994, augura un mal pronóstico para la Argentina.
Adrian Salbuchi para RT
Texto completo en: aqui
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