jueves, 25 de octubre de 2012

Descontrol, desgobierno, más presos y graves interrogantes


No podemos decir que ésta se muestre como una semana decisiva, pero sí que se acentuaron los síntomas de una degradación progresiva de este gobierno rayano en la anarquía, las contradicciones y descomunales papelones internacionales que afectarán a nuestra ex República por mucho tiempo. Dentro de este panorama, tal como lo vamos a ver enseguida, se marcan serias dudas respecto de un futuro que, parecería, es buscado adrede por el kirchnerismo que no sabe cómo moverse frente a la adversidad que él mismo ha creado.



De todos modos, comenzaremos por destacar una faceta positiva, como es la señal de relativa independencia que ha mostrado la Suprema Corte en la manoseada designación del juez que debe intervenir en el importante tema de la libertad de prensa o, si se prefiere llamarlo de otra manera, en el caso Clarín, cuyas alternativas superaron nuestras desguarnecidas fronteras para despertar una expectativa que el gobierno debe tomar muy en cuenta. La Corte, con la activa participación de su presidente, Ricardo Lorenzetti, se expidió de hecho y con objetividad doctrinaria contra los intereses del oficialismo y abrió una expectativa en la que juega, a no dudarlo, su propio rol protagónico que, sin duda, lo lleva a evaluar con extrema atención el errático y deslucido desempeño en que ha caído Cristina Wilhem Fernández de Kirchner.

Poseedor de muchos de los secretos que rodean a este conflictivo poder político, Lorenzetti no puede dejar de evaluar el debilitamiento del Ejecutivo, las contradicciones y falta de unidad en el Poder Legislativo y las intimidades con que se mueven los gobernadores en la actual situación que ya ingresó en un estado de verdadera emergencia institucional. Podemos asegurar que desde el Palacio de los Tribunales así es considerada la realidad que vive el país, lo que es otro componente activo de los momentos que se viven y han colocado a los argentinos frente a numerosos interrogantes. También, hay que decirlo, en una actitud de resistencia progresiva por parte de la población ante lo que sucede. Éste es otro factor que hay que tener en cuenta, tanto como lo hacen los espontáneos organizadores de la movilización gigantesca que se prepara para el 8 de noviembre próximo en todo el país. Su resultado no será inmediato pero acercará el desenlace.
Mientras tanto, el gobierno no disimula una profundización de la política que ha contribuido a esta atmósfera plagada de irregularidades y pesimismo. Mientras Milagro Sala cortaba la ruta de acceso a la ciudad de Jujuy y concentraba a sus seguidores en el norte en una pública demostración de fuerza, para satisfacer a los oficialistas más extremistas, ayer fueron detenidos varios militares por su desempeño en el Operativo Independencia cuando eran noveles oficiales. Casi todos progresaron y ascendieron en su carrera como lo hicieron el teniente coronel Fernando Labayru, el coronel Pablo López, del arma de ingenieros, o el teniente Cabrera, quienes fueron detenidos por la Policía Portuaria, que sería el principal respaldo del oficialismo. También fue detenido el coronel José María Menéndez -digamos que por portación de apellido, pues fue ajeno a cualquier imputación que se le formule-, en tanto su hermano, el general Luciano Benjamín Menéndez, pese a su grave estado de salud, fue trasladado transitoriamente a la cárcel de Ezeiza. El resto de los nombrados se encontraban anoche en los calabozos de la Alcaidía de los Tribunales a la espera de poder ser trasladados a Tucumán, aunque ya no hay lugar en las dependencias carcelarias de la provincia.
Los analistas se preguntan ahora los motivos reales que tuvo o tiene el gobierno para poner en escena una ampliación del conflicto que mantiene con todos los que visten uniforme. Así, se preguntan si esto que comentamos -y que derivará en nuevas detenciones que podrían incluir a más civiles-, puede vincularse con la insólita medida que permitió la reacción de los suboficiales de la Prefectura Naval y de la Gendarmería, a quienes se les redujeron los salarios y hoy reclaman aumentos que se demoran. Algunos piensan que está en danza algo así como una provocación de imprecisas finalidades que se insertan en un escenario donde la incertidumbre económica permite considerar como válidas las presuntas reflexiones del viceministro de Economía, el joven Axel Kicillof, quien habría desestimado ante la misma Cristina el impacto inflacionario que significa la avalancha de billetes nuevos que ingresan en el circuito económico. “La liquidez -habrían sido sus palabras- permitirá ahorrar a quienes consumen”. Cierta o no, el simple hecho de que esta irracionalidad circule pone de manifiesto la increíble fluidez con que se mide la situación y el descrédito con que se considera a los funcionarios. El sinceramiento -por decirlo de alguna manera- del propio gobierno, que reconoció que la inversión cayó en un 18 por ciento, en tanto la fuga de divisas es imparable, pese al cepo que se desconoce en las palabras. Crecen los depósitos argentinos en la banca uruguaya y el gobierno carece de recursos para comprar insumos indispensables en el exterior. Entre ellos, combustibles que no puede proveer una YPF que no encuentra inversores pese a la calidad directiva de Miguel Galuccio, cuyo solo nombre se creyó suficiente para obtener los aportes financieros que permitirían poner nuevamente en marcha la empresa incautada. La ignorancia y la incompetencia política se sumaron para este importante fracaso del que tampoco se sabe cómo salir.

Como a medida que transcurren los días los escándalos se suceden en cascada y los nuevos impactos ante la opinión pública aligeran el peso de los anteriores, la larga fila crece imparable y adquiere matices que mezclan la gravedad del asunto con un factor del que es muy difícil, si no imposible, volver. Se trata del papelón ahondado en el caso de la Fragata Libertad por su repercusión internacional y los detalles que comienzan a saberse. El caso es que para el emblemático navío se había preparado un viaje final de instrucción con cadetes y oficiales extranjeros que esperaban vivir una experiencia inolvidable. Pero ya en la planificación de la ruta por seguir, la formación de los futuros oficiales en vez de tocar los puertos de las grandes ciudades y países que mueven al mundo, debía extenderse por África por curiosas preferencias acordes con los tiempos que corren.

La ruta se define entre la Armada, los ministerios de Defensa y Relaciones Exteriores y el Poder Ejecutivo, habida cuenta del carácter de prestigiosa embajada que tiene el periplo del buque. Así, se eligen países con quienes existen intereses políticos, económicos, culturales y estratégicos, lo que determina intercambios de opiniones hasta que el Palacio San Martín da el toque final para el viaje. La carta inicial habría sido elevada por el comodoro Blanco -posee un nuevo grado jerárquico dentro de la Marina- que fue entregada a Alfredo Forti, secretario de Asuntos Internacionales del ministerio de Defensa, quien a su vez la giró a la Cancillería. Fue entonces que surgieron ciertas diferencias y la decisión de tocar el puerto de Ghana en vez de Nigeria, donde existe una embajada argentina e intereses referenciales. Con la partida comenzaron los errores estratégicos y tácticos operacionales.

En primer lugar y pese a las objeciones de la Armada, se insistió en un itinerario que no tomó en cuenta que en Ghana funciona la sede más importante del Barclays Bank en el exterior, una organización financiera de la máxima importancia que, entre otras operaciones, respalda la actividad minera de la empresa Barrick, que actúa en nuestro país con obvias relaciones con el kirchnerismo. Esto último habría explicado el respaldo logístico que le brindó a Cristina en sus viajes a Nueva York, lo que implica que la Presidente debería estar informada de la importancia y extensión de la empresa. En pocas palabras, Ghana es un centro financiero de enorme trascendencia y el país forma parte de la Comunidad de Naciones que integran el Commonwealth, que quitó el vocablo “británicas” a ese conjunto de países aliados y a veces dependientes de Londres, con quien mantenemos una ríspida relación. Si nuestra Fragata hubiese querido evadir la medida impuesta, en las cercanías navegaba un buque de guerra británico y el conflicto podría haber adquirido derivaciones impensadas que también afectarían a nuestros invitados extranjeros. Todo suena extraño y sorprendente y, como siempre sucede, el hilo se corta por lo más delgado. Timerman guarda silencio, defiende su puesto y, como en el caso de los gendarmes y prefectos, los verdaderos responsables se refugian en su ubicación política y en la eterna actitud de “la culpa es de los otros”. La trama es oscura, se escurre por los meandros del poder y cabe la esperanza de conocer la verdad algún día. Mientras tanto avanza la erosión y corren las hojas del almanaque.
Carlos Manuel Acuña

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